Biología del orgasmo: la retención seminal cambia tu cerebro
23 diciembre, 2021

El Efecto Coolidge

 

¿Qué pasa cuando introduces un ratón macho en una jaula con una hembra? Primero, copularán con frecuencia, pero tras un tiempo el macho perderá interés. El investigador podrá comprobar que el flujo de dopamina en el cerebro del macho cambia… A no ser que introduzcamos a una nueva hembra. En este caso, milagrosamente, el ratón recuperará su actividad anterior. Y este nuevo comportamiento vendrá acompañado del correspondiente aumento en los niveles de dopamina. 

 

Esto se conoce como el ‘efecto Coolidge’. La leyenda dice que, durante la visita del presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge y su mujer a una granja, Su mujer observó que el gallo se apareaba con frecuencia, y preguntó al granjero cuántas veces al día sucedía aquello. Cuando el granjero respondió que al menos una docena de veces, la señora Coolidge quedó sorprendida y contestó:

-Cuénteselo al presidente cuando pase por aquí. 

 

Cuando el presidente escuchó la anécdota, preguntó al granjero:

-¿Se aparea con la misma hembra siempre?

A lo que el granjero respondió:

-No, cada vez con una distinta.

El presidente contestó:

-Cuéntele usted eso a la señora Coolidge.

La saciedad

 

Hay dos maneras de hacer el amor: una, con fines reproductivos. Otra, para estrechar el vínculo con la pareja. 

 

Tener sexo hasta saciar el deseo sexual es una señal biológica de apareamiento que automáticamente nos hace perder interés en la pareja… y prestar atención a otras posibles oportunidades. 

Con frecuencia, al acostumbrarnos a una nueva pareja, la respuesta sexual disminuye.

¿Puede ser que estemos programados para cansarnos de nuestras parejas, incluso encontrarlas fastidiosas?

Según la antropóloga Helen Fisher, nuestra biología nos programó para estar en pareja unos cuatro años. Analizando 58 culturas distintas, se dio cuenta de que las separaciones se multiplican tras ese tiempo.

Si observamos la naturaleza, la mayoría de los mamíferos no forman parejas estables como las nuestras. Y de hecho, entre las especies cercanas a los seres humanos, ninguna es exclusivamente monógama. ¿Acaso ser monógamo no ofrece ninguna ventaja evolutiva?

A pesar de que los seres humanos no estamos sujetos a períodos de celo como otros mamíferos, seguimos regulados por nuestras hormonas. Como veremos a continuación, los efectos de neuroquímicos como la dopamina y la testosterona nos impulsan a tener relaciones sexuales y, una vez saciado el impulso, causan un desbalance químico. Este desbalance es un programa biológico para perder interés en el sexo mientras nuestra libido se recupera naturalmente. Pero, si una nueva candidata aparece, los hombres aceleran esta recuperación y alcanzan de nuevo sus niveles máximos.

 

En la mayoría de especies animales, este mecanismo biológico que nos indica que cambiemos de pareja ocurre sin ningún tipo de drama. Por ejemplo, cuando una vaca se queda embarazada, sus feromonas indican al toro que no copule con ella en esa temporada de apareamiento. 

 

Y es famoso el caso de un conejillo de indias que escapó de su jaula y terminó en la jaula de las hembras. Copuló con las 24, fue padre de 42 crías, y tras la maratón durmió durante 2 días seguidos.

Distintas tradicionales observaron el hecho de que la habituación a una pareja disminuía el deseo dentro del matrimonio, y reconocieron que había dos maneras de concebir la unión sexual: existe el sexo orientado a la fertilización, y el sexo orientado a fortalecer el vínculo emocional de la pareja y su bienestar. Ambos permiten satisfacer la tensión sexual, pero con distintos métodos. El sexo orientado a la fertilización lo consigue gracias a una cascada de hormonas con múltiples efectos secundarios sobre el sistema nervioso. 

El sexo orientado a cultivar el afecto, en cambio, no persigue el orgasmo, sino cultivar las energías masculina y femenina, distribuirlas a lo largo y ancho del cuerpo, transmutando el deseo sexual en amor y disminuyendo nuestra adicción por el orgasmo convencional.

Te sorprenderá saber que el orgasmo no ocurre en los genitales. Un orgasmo es simplemente un torrente de neuroquímicos. Podríamos implantar un electrodo en tu cerebro y generar la misma sensación. Y en términos neuroquímicos, todo lo que sube, baja. El efecto del orgasmo sobre el sistema nervioso es tan potente, que este tarda dos semanas en volver a estar equilibrado. Y durante esta fase de recuperación, los amantes pueden sentirse necesitados, irritables, ansiosos, exhaustos… o desesperados por conseguir otro orgasmo que alivie momentáneamente esos síntomas. Esta es nuestra programación genética, que nos mueve a copiar nuestros genes tanto como podamos, pero no a ser felices.

La ciencia

 

Pero, ¿qué dice la ciencia de todo esto? ¿Qué pasa en nuestros cerebros con estas dos formas tan distintas de hacer el amor? 

El científico Gert Holstege, estudiando los efectos del orgasmo en el cerebro, declaró que todos somos adictos sexo. Extrajo sus conclusiones porque, comparando los escáneres cerebrales de hombres eyaculando y comparándolos con los escáneres de hombres inyectándose heroína, los vio tremendamente similares.

Profundicemos en los efectos de la hormona oxitocina. Cuando una mujer da a luz, la oxitocina ayuda con las contracciones del parto. Cuando la mujer ve a su bebé por primera vez, otro torrente de oxitocina actúa sobre su cerebro, de manera que sienta amor incondicional por ese bebé durante toda su vida. 

 

El grado en que esta experiencia cambiará el cerebro de la madre depende de dos factores: el primero es el nivel de producción de oxitocina, y el segundo es que su cerebro se vuelva más sensible a este neuroquímico desarrollando más receptores del mismo. 

 

Este cambio en los receptores específicos de ciertos neuroquímicos explica también el fenómeno de las adicciones. Por ejemplo, el consumo de algunas drogas puede afectar al balance neuroquímico del cerebro, de lo cual el cerebro se protege eliminando receptores de ese neuroquímico en concreto; en el caso de las drogas, dopamina. Pues bien: el orgasmo produce un impacto neuroquímico tal que el cerebro también se protege eliminando receptores.

 

¿Qué ocurre si un número significativo de receptores es eliminado? Eso significa que, por mucha producción que exista de un determinado neuroquímico, las neuronas recibirán una señal muy pobre por falta de receptores. Para los usuarios de algunas drogas, por ejemplo, eso significa que no experimentan los niveles de placer normales que producen los pequeños placeres del día a día. Solo pueden sentirse vivos de nuevo si recuperan ese nivel de superestimulación que cambió su cerebro. 

El orgasmo estimula de tal manera nuestro sistema nervioso, que el desbalance neuroquímico producido tarda dos semanas en corregirse. Esta serie de eventos también afectan a nuestra amígdala, que regula nuestra respuesta de estrés. 

 

La mayoría de personas ni siquiera se dan cuenta de los efectos que tiene el orgasmo sobre el sistema nervioso, ya que encadenan un orgasmo tras otro, en compañía o en solitario, y nunca permiten que el sistema nervioso se recupere. Si te das la oportunidad de darle descanso y practicar la abstinencia, tendrás una mejor perspectiva y quizás puedas observar que ciertos síntomas desaparecen, como irritabilidad, insatisfacción, aislamiento, ansiedad, fatiga, hostilidad, niebla mental, inseguridad, comportamientos compulsivos, celos, o búsqueda de estimulantes en forma de entretenimiento, comida o sustancias como el café, el alcohol o el azúcar, las cuales aumentan los niveles de dopamina.  

Si llevas al extremo esta ‘barra libre de orgasmos’, puedes llegar a sufrir síntomas severos como dolor de cabeza, niebla mental extrema, sentirte exhausto, tener dolores musculares y ansiedad social extrema, en lo que se llama síndrome de enfermedad post orgásmica. 

 

Recuerda: todo lo que sube baja. Cuanto mayor sea el estímulo, mayores serán los efectos secundarios.

Por si te lo has preguntado, tanto niveles anormalmente altos como bajos de dopamina generan efectivos negativos. 

Niveles anormalmente altos de dopamina generan una sensación de deseo intenso que nos impulsa a buscar algo sin pensar en las consecuencias. Están asociados con fetiches sexuales y compulsiones, adicciones, comportamiento impulsivo, toma de riesgos incluso para la salud, apuestas, agresividad, delirios y, en casos extremos, esquizofrenia. 

 

Niveles deficientes están asociados con la incapacidad para sentir amor, bajo deseo sexual, disfunción eréctil en hombres, adicciones, depresión, anhedonia (Es decir, incapacidad para sentir placer), falta de ambición, baja energía, ansiedad social, y comportamiento amoral. 

 

Escucha este informe médico. En este experimento, a un voluntario se le administró un medicamento que producía niveles anormalmente bajos de dopamina:

7 horas después de la ingesta, disminuyó la intensidad de los estímulos auditivos y visuales que percibía. Experimentó cansancio y pérdida de motivación. Tras 18 horas, tenía problemas para incorporarse, se sentía exhausto. Su capacidad para expresarse verbalmente disminuyó. Tras 20 horas, empezó a sentir confusión. Miraba su reloj de manera obsesiva. Tras 24 horas, pensaba con dificultad, se sentía inquieto, su memoria a corto plazo estaba afectada. Sentía que sus pensamientos estaban fuera de control. Tras 28 horas, sentía vergüenza, miedo, ansiedad y depresión. En ese momento, empezó a sufrir espasmos en un párpado, una condición llamada ‘blefarospasmo’. También sufría temblores e hipomimia, es decir, una cierta rigidez en los músculos faciales que dificulta expresar emociones. Tras 30 horas, se sentía tan cansado que durmió durante 11 horas seguidas. Tras 42 horas, seguía sufriendo mala concentración. Poco después, pudo volver a la normalidad.

Compara este informe médico con estos dos testimonios de personas que consiguen dejar la masturbación:

“Después de eyacular tengo niebla mental, siento baja energía y me cuesta expresarme. Estoy física y mentalmente exhausto durante una semana o más. La primavera pasada empecé a experimentar  y, tras dos semanas sin masturbación, tenía una increíble motivación, pensaba con claridad, y me comunicaba de manera fluida. Me sentía normal por fin. Pero puedo volver a destruirme simplemente masturbándome un par de veces”.

Este es otro testimonio:

“He sufrido depresión desde que tenía doce años hasta ahora, que tengo 24. Mi depresión formaba parte de un desorden bipolar. Desde que he dejado de masturbarme, los síntomas han desaparecido”.

Un estudio de 2006 demostró que los niveles bajo de dopamina nos inclinan a buscar recompensas  a corto plazo. Para corregir esos niveles excesivamente altos o bajos de dopamina, solemos recurrir a cualquier sustancia o actividad que nos haga sentir normales (Serge Sevy: “Emotion-Based decision-making in healthy subjects: short-term effects of reducing dopamine levels”).

En 2014, un grupo de científicos descubrió que la eyaculación provoca que ciertas células del cerebro encargadas de producir dopamina se encojan por al menos dos semanas (“Endogenous opioid-induced neuroplasticity of dopaminergic neurons in the ventral tegmental area influences natural and opiate reard”).

Esta disminución de dopamina coincide con un aumento drástico de otro neuroquímico llamado prolactina (“Specifity of the neuroendocrine response to orgasm during sexual arousal in men”). La prolactina es parte del repertorio neuroquímico de las respuestas de estrés en mamíferos, asociada a la ansiedad de larga duración. Dado que esta respuesta se produce en ambos sexos, imagina cómo esta hormona producida tras el orgasmo puede afectar a la estabilidad de una relación.

¿Recuerdas el Efecto Coolidge y a nuestros ratones? De media, los ratones macho copulan 8 veces con una hembra hasta perder el interés. Para que lo recuperen, deben pasar 15 días sin contacto sexual. Tras copular, la densidad de los receptores de testosterona en el hipotálamo disminuye. Por tanto, será menos sensible a los efectos de la testosterona en esa región del cerebro. Si continúa teniendo sexo hasta quedar saciado, la reducción de receptores es drástica. Incluso aunque sus niveles en sangre sean óptimos, tendrá síntomas de testosterona baja (“Pharmacological and physiological aspects of sexual exhaustion in male rats“). 

No hay duda de que, en el sistema hormonal de los hombres, hay un ciclo que comienza con el orgasmo y que produce un pico predecible de testosterona en el séptimo día de abstinencia. El orgasmo masculino activa un programa reproductivo, un ciclo hormonal comparable al ciclo menstrual de las mujeres, que durante el período de ovulación sentirán mayor deseo sexual. Tras tres semanas de abstinencia, la producción de testosterona en hombres vuelve a aumentar.

Así pues, debido al impacto post orgásmico, no es de extrañar que durante 2 semanas después de un orgasmo la relación con tu pareja sea algo más crispada. Quizás dejes de verla como ese ángel de perfección que te parecía antes… 

De hecho, los efectos negativos de la constante eyaculación van más allá de las alteraciones neuroquímicas. En un experimento, un grupo de hombres se sometió a diez días de agotamiento seminal, eyaculando, de media, 2.4 veces al día. Su producción de esperma tardó más de 5 meses en recuperarse (“Effect of frequency of emission on semen output and an estimate of daily sperm production in man”).

El poder del ‘amor’

 

Pero entonces, ¿no hay solución al problema? ¿La monogamia es imposible? No tan rápido… Antes hemos hablado de otro neuroquímico: la oxitocina. 

 

Los vínculos afectivos, aunque también activan el sistema de recompensa del cerebro, tienen el efecto opuesto a los picos de dopamina. De hecho, protegen a tu cerebro de los efectos desestabilizadores del orgasmo y la eyaculación. Recordemos que la oxitocina puede ser tan potente que, por ejemplo, una madre sigue queriendo a su hijo incluso aunque resulte ser un asesino.

 

El contacto físico, los abrazos, el contacto visual… son señales de vinculación afectiva que aumentan los niveles de oxitocina. Si la dopamina causa tolerancia rápidamente y nuestro cerebro apaga sus receptores ante niveles altos, con la oxitocina ocurre lo contrario: cuanta más generemos, más sensibles nos volvemos a ella. 

 

Quizás un motivo por el que los adultos terminan siendo adictos es porque buscan llenar con un cóctel de neuroquímicos el vacío creado por falta de vínculos emocionales profundos. 

 

Conclusión:

 

Nuestro entorno ha cambiado, pero nuestros genes siguen siendo los mismos. Evolucionamos en un ambiente muy distinto, donde nacías y morías rodeado de las mismas personas, un pequeño grupo que incluía a varias familias con ancestros comunes. Ver a mujeres atractivas desconocidas en edad fértil era un acontecimiento extraño. Hoy en día te cruzas con docenas de ellas en una sola tarde, por no hablar de que la publicidad, la televisión y las redes sociales están llenas de sus imágenes.

Esta intensa estimulación confunde a nuestro cerebro, lo distrae de las tareas importantes, y con el doble influjo del impulso biológico y la novedad constante, impide a los hombres explotar su máximo potencial. Vivimos en un estado de privación neuroquímica constante, y lo peor es que en muchos casos somos nosotros mismos quienes desechamos nuestro combustible a través de la pornografía y la masturbación. 

 

Acostumbrados a poder disfrutar de ese estímulo en cualquier momento, ya que está literalmente al alcance de tu mano, y solo tienes que alcanzar tu pantalón o visitar cualquiera de las millones de páginas de material erótico, nuestro cerebro se acostumbra y buscamos estímulos cada vez mayores para poder satisfacernos. Si no le damos lo que quiere, nuestro cerebro estará inquieto, y pensaremos constantemente en ello. 

Quizás estas declaraciones te resulten familiares, y parece que estemos hablando de drogas en lugar de eyaculaciones. Pero, de acuerdo con el investigador de Priceton Bartley Hoebel:

“Los únicos elementos capaces de estimular el sistema de dopamina con una potencia cercana a la de las drogas son la actividad sexual y la comida basura”.

El experto en tantra Georg Feuerstein explica que, cuando se eyacula, la tensión creativa que puede servir como un puente hacia el éxtasis, se pierde. El fin de evitar el orgasmo es acumular energía sutil que en el hinduismo se llama ‘ojas’, la cual es desperdiciada con la activación nerviosa que produce el orgasmo.

 

Dejar la pornografía y la masturbación puede ocasionar un síndrome de abstinencia similar al que ocurre cuando dejas de consumir café, azúcar o drogas más potentes. Para quienes superen esta fase, que no siempre se da, la recuperación toma entre 4 y 12 semanas. Según la investigadora Laura Helmuth, la proteína DeltaFosB puede encontrarse en el circuito de recompensa del cerebro hasta un mes o dos después de cesar la exposición repetida a un estímulo. De hecho, si se inyecta esta proteína a un ex-adicto, recaerá en su adicción. 

 

Si te atreves a iniciar este camino para dar un descanso a tu sistema nervioso y alcanzar tu máximo potencial neuroquímico, te invito a empezar por este reto de 7 días sin pornografía ni masturbación:

Reto de 7 días sin pornografía ni masturbación

1 Comentario

  1. Carlos

    Tengo viviendo ya con mi esposa 23 años. Y a pesar de altibajos sexuales allí nos hemos mantenido. En estos momentos ella me está exigiendo mucho sexualmente pweo me sientodebil y desmotivado. Hoy cumpli el ultimpdia del reto de ños 7 dias y quiero seguir. Voy rumbo a los 10 para no crearme espectativas que luego no pueda cumplir. Estos 7 dias se me hicieron facil. Sin embargo estaré alerta para continuar. Gracias Pablo!!!!

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