La habilidad de encajar y ser valorado en un grupo social es una de las grandes armas que, a lo largo de la historia, los teóricos del poder han tratado.
Cada pequeño grupo es un microcosmos donde se dan múltiples dinámicas de poder, influencia, lealtad, respeto, valor, estatus…
Uno de los fundamentos del éxito consiste en comprender estas dinámicas sociales, interpretarlas a nuestro favor y saber jugar las cartas.
Pero no desde la intención de manipular y tratar a las personas como medios, sino con el fin de proyectar una comunicación honesta y relaciones donde todos ganen.
Habrás tenido días donde, estando en grupo, todo el mundo ríe tus chistes, admira tus aportaciones, todos te escuchan con respeto y te tratan como a un líder.
Pero también días en que pareces invisible, no ves el momento de intervenir en la conversación, y cuando lo haces parece que digas algo incorrecto y los demás reaccionen con incomodidad.
Analicemos brevemente por qué.
Los seres humanos somos máquinas de detección de estatus. Constantemente tratamos de encontrar nuestro papel en la jerarquía de cada grupo con el que estamos. A nivel biológico, lo asociamos con la seguridad (no vamos a ocupar una posición alta si no nos sentimos seguros en ella) y el poder y el acceso a los recursos (materiales y sexuales).
A la vez, los seres humanos, con un cerebro que consume excesiva energía, somos perezosos. Por tanto, si podemos deducir las relaciones de poder y el estatus de los demás a través de pistas y atajos, así lo haremos. Raramente (un 5% de personas) nos pararemos a analizar el valor social que realmente tienen las personas en un grupo.
Uno de esos mecanismos es la opinión, y por eso solemos sumarnos a lo que piensa la mayoría. Otro medio, el que analizo aquí, es la lógica retroactiva. Analizamos las consecuencias de las cosas o sus manifestaciones superficiales, y deducimos lo que origina tales rasgos.
Y algo que todo el mundo puede detectar es cuando una persona está cómoda y disfrutando. Al contrario, cuando parece que estemos nerviosos, a la defensiva, eso también se ve en nuestro lenguaje corporal, contacto visual, entonación…
Ahora: un enfoque a mi juicio erróneo es tratar de modificar esas expresiones superficiales, trabajar únicamente en imitar un determinado lenguaje corporal, una actitud o un tono de voz. Eso solo crea una disonancia que las personas de valor detectarán al instante.
Lo que hemos de preguntarnos es: ¿qué actitud y mentalidad subyacen a todos estos rasgos? ¿Cómo modificar lo interno para lograr no solo una apariencia positiva, sino para hacer la experiencia agradable?
Resolviendo la pregunta del título: la forma en que otra persona valora tu compañía es tu capacidad para disfrutar de la experiencia.
Las emociones positivas que proyectas subcomunican un estatus social alto; eso hace que otras personas quieran orbitar a tu alrededor para alimentarse de esa energía positiva. Y esas emociones positivas solo pueden generarse desde la presencia absoluta. La presencia significa estar presente, eliminar el pasado y el futuro de la interacción.
Pasado y futuro son vías de escape. Si estamos escapando de un momento, significa que estamos incómodos en él. Si estamos disfrutando el momento, necesariamente volcaremos nuestra atención en el presente.
Elige cualquiera de los objetos que tienes a tu alrededor ahora mismo. Cuando observas, estás haciéndolo a través de una historia, de una relación que os involucra a ti y a ese objeto. Lo que estás viendo es el conjunto de tus experiencias con ese objeto (pasado) y la aplicación que puedes darle (futuro). No estás viendo el objeto en sí mismo, su presencia, y por lo tanto tú no estás presente.
Haz este ejercicio: observa ese objeto como si fuera la primera vez que lo ves. Analiza su figura, sin juzgar, sin pensar. Solo ten en cuenta lo especial que es. El momento único que tienes observándolo.
Puedes hacer lo mismo con tus manos, con el suelo que pisas. Incluso con una palabra que, repetida cien veces, deja de referirse a nada, deja de tener función, solo es.
Esa capacidad de observación absoluta, de presencia, se entrena. También se desentrena, porque tu atención vale dinero y todo está programado para distraerte.
Cuando estás totalmente presente, con tu conciencia orientada en disfrutar el momento, ocurren dos cosas:
En primer lugar, vas a encontrar motivos para hacerlo. Vas a filtrar la realidad para encontrar aquello que justifique tu actitud.
Segundo: todo tu ser se va a alinear con tu experiencia de la realidad, proyectándose de manera que los demás intuyan cómo experimentas el momento. Esa experiencia de disfrute y presencia absoluta tiene valor por si misma, y hará que busquen tu compañía, porque estarás ofreciendo valor sin esperar nada a cambio.
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